• Los mercados se dieron a la población vulnerable en un acto sencillo en el que participó la Alcaldía de Los Patios, el Ejército, la Policía, cooperación internacional, Defensa Civil, Cruz Roja y la Iglesia Católica.

Por: Jean Javier García Moncaleano

Nadie entendía la razón de tanto alboroto, ni por qué un grupo de militares y policías rodeaba cada una de las puertas de sus casas. No era normal que hasta el asentamiento Las Cumbres, en el municipio de Los Patios, llegara tanta presencia militar. ¿Acaso había sospecha de algún vecino con coronavirus?

Los que se asomaban por las rendijas de sus puertas y de las ventanas lo hacían precavidos y con total discreción. No era prudente atreverse a poner un pie afuera y menos cuando en el país permanece vigente una restricción de toque de queda por la cuarentena del COVID-19. Simplemente todos observaban desde lo alto de Las Cumbres.  

Sin embargo, a medida que la luz del día se hacía plena los vecinos descubrían que más que una tragedia, lo que llegaría más tarde a sus hogares sería una bendición. A las 8 de la mañana el sol pegaba más fuerte sobre los techos y la tierra seca y pedregosa de las calles de este humilde asentamiento del área metropolitana de Cúcuta. “¡Nos trajeron mercados”, grita un niño quien observa desde lo lejos la escena. 

Por estos días cuando las noticias tienden a ser negativas por la pandemia, que a casa lleguen ayudas humanitarias es resucitar en plena semana santa. Es un alivio para miles de hogares vulnerables.

O por lo menos eso era lo que consideraba Imelda Poblador, una de las sorprendidas por el gobernador Silvano Serrano, quien de sus propias manos recibió una de las ayudas en el marco del nuevo programa denominado ‘Asistencia Humanitaria de Emergencia, por sus siglas AHE. 

“Vivo en la casa de mi tío Alfonso y de su esposa Adelina con mis dos hijas Madelein, de 5 años, y Greys, de 12. Esta virosis nos agarró  improvistos de alimentos, cumpliendo con lo que nos dice el gobierno, pero sin trabajo ni la posibilidad de traer la comida a la casa. Ha sido muy duro ¡esto es un alivio!”, señaló. Acto seguido por su rostro se deslizó una lágrima. 

Imelda, quien es desempleada, explicó que siendo psicóloga ha tenido que lidiar con el llanto y la ansiedad que generan las deudas, el aislamiento y la falta de alimentos por efectos de la cuarentena. 

De hecho, la aflige pensar que tiene un crédito educativo que pagar por $18 millones para cumplir su sueño de ser profesional y aun no tiene el empleo que necesita para cumplir sus obligaciones. 

“La dieta de la familia nos cambió. Ya no comemos pollo ni carne en la misma cantidad. Ahora comemos más verduras y cambiamos el estilo de vida. Quizá puede que parezca más saludable, pero han sido días muy duros”, dice esta psicóloga quien busca crear una asociación para ayudar a sus vecinos a mejorar sus problemas de estrés psicológico por este aislamiento.

Para distraerse del tiempo en casa, junto a los abuelos, la familia inició un programa de huerta en el patio de su casa sembrando maracuyás y hortalizas. Pero no se sabe cuándo dará sus primeros frutos.

Historias como estas son las que mueven a la Gobernación de Norte de Santander y desde luego al primer mandatario Silvano Serrano quien puerta a puerta este sábado llevó aceite, granos, cereal como el arroz, entre otros víveres, cumpliendo con todo un protocolo sanitario.

En total, se entregaron 4.400 ayudas en todo el departamento en su primera fase, con apoyos provenientes del departamento, la cooperación internacional, alcaldías y del Gobierno Nacional.